1. Responsabilidad sobre la vocación
¿Cuál es el fondo de toda vocación sacerdotal? ¿Cómo se explica una vocación al sacerdocio? No hay otra causa sino la preferencia voluntariamente querida de Alguien, y ese alguien es Cristo. El querer ser como Él, el querer prolongar su vida, llenar el mundo de su amor, y hacer su nombre conocido y amado. Cristo está en el origen y en la fuerza de cada vocación. Nada fuera de esto puede dar una explicación del por qué jóvenes generosos, llenos de cualidades, se deciden a dejarlo todo por una vida que conscientemente saben es dura, durísima, y la abrazan precisamente porque es dura. La vocación de Javier, de Luis Gonzaga, de Estanislao, que renunciaban a todo lo hermoso que el mundo podía ofrecerles. Y en nuestros días, el heredero de Sajonia, el Presidente de la Confederación Helvética, y miremos alrededor nuestro, ¿por qué ése y ése… dejó el mundo que se lo ofrecía todo? Quia amo Christum (puesto que amo a Cristo) es la respuesta común. ¿Qué ha hecho Cristo por mí? ¿Qué he hecho yo por Cristo? ¿Qué puedo hacer por Cristo?, es la pregunta que ellos se hacen.
Y al ver el mundo moderno caer en la impiedad… Al ver que en Francia hay miles de parroquias vacantes, que en Bolivia hay 400 sacerdotes para 4.000.000 de hombres; 90 en Paraguay, y en Chile… que en todo el departamento de Pisagua no hay un solo sacerdote que absuelva; que en María Elena, Chuqui… que los liceos arrojan una juventud sin Dios; que los obreros que controla el comunismo en Chile son ahora 700.000… La mejor juventud se plantea el problema, ¡y continuamente nuevos soldados se incorporan al ejército de Cristo!
Pero esta resolución no es obra humana. Es la obra del Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús, que sopla en el fondo de las almas y hace ver lo que a la pura luz de la humana inteligencia jamás aparecería claro. Esta acción del Espíritu Santo es clara en el origen de cada vocación, se continúa en la ordenación, en la vida del sacerdote, y culmina en la bella muerte del sacerdote ¡que es de veras sacerdote!
Así, en el origen de cada vocación está el amor a Cristo, amor fecundado por el Espíritu Santo: eso es lo que explica el sacerdocio católico.
2. La respuesta: Jóvenes y jóvenes
El problema es de todos los tiempos; y la vocación es una piedra de toque como pocas para discernirlos ¿A quiénes? A los generosos, esforzados, heroicos. No es que todos los que no van por el camino de la vocación no sean generosos. Porque hay muchos generosos que ven que su misión es el mundo, que creen que ése es el campo donde han de ejercer su misión apostólica.
Pero también hay muchos llamados, muchísimos, lo sabemos por la teología y casi diría por la fe. Santo Tomás nos dice que Dios nunca abandona a su Iglesia hasta el punto de abandonarla de ministros idóneos, por tanto, del número suficiente de sacerdotes. Segunda premisa: sabemos por la experiencia, y es regla de teología pastoral, que un sacerdote, por más celoso que sea, no puede alcanzar a más de mil almas. Tercera premisa aplicada a Chile: hay en Chile 1.615 sacerdotes; aptos para el cultivo espiritual, digamos 1.200, por tanto posibilidades de 1.200.000 almas. Somos 5.000.000 ¿Cuántas quedan fuera de toda posibilidad? No lo decimos nosotros, lo dicen nuestros Obispos.
Sigamos con otras dos premisas para quienes piensan: si Dios suscita vocaciones, de ley normal, las suscita entre quienes han recibido una instrucción y una educación cristiana, los ejemplos de vida cristiana, entre quienes están más capacitados para percibir la suave voz de Dios. A.C., jóvenes escolares o vosotros que me escucháis, ¿cuántos hay en Chile que tengan la luz, el conocimiento de Cristo que tú tienes? Al pensar en los jóvenes que terminan sus Humanidades, después de haber recibido una educación cristiana, pienso que en Chile no son millares, sino quizás algunos centenares los que, teniendo su edad, han recibido las mismas luces que ellos. ¿Habrá 300 jóvenes de tu edad que hayan recibido las luces que tú, los ejemplos, cultura cristiana, etc.? Si tienes una inquietud espiritual en orden a la vocación, ¿no comprendes que deberías pensar en ella?
¿Cuáles son las respuestas?
a. Muchos no quieren pensar, no quieren oír hablar del problema y, ya lo sabemos, no hay peor sordo que el que no quiere oír. Teniendo oídos para oír no oyen, ojos para ver no ven… ¡Ay de ti Jerusalén! porque si en Tiro y Sidón… ¡Qué bien se pueden aplicar esas palabras a quienes son tan sordos a la voz de Dios!
b. Otros, jóvenes rectos, puros, de alma bien intencionada, siguen a aquel joven judío que nos describe… (cf. D. Lord, El llamamiento de Cristo ). Quisieran seguir siendo buenos, aún más, quisieran hacer algo por Cristo, pero cuando llegan a conocer la realidad de la perfección evangélica, los sacrificios que impone. Si quieres ser perfecto… (cf. Mt 19,16-22), vuelven las espaldas y tristes acuden a sumirse en su vulgaridad. ¡Cuántas veces se repite el triste caso! Mandamos una carta, una de tantas: Padre, soy uno de esos. He conocido el camino, he oído la voz, pero me encuentro sin fuerzas…
Estos no pecan, no hacen una ofensa mortal a Cristo, pero, ¡qué poca generosidad! Y ¡qué triste debe ser comenzar la vida habiendo conocido cuán bueno y cuán bello es el Señor, cuánto ha hecho por mí, y negarle conscientemente el primer sacrificio que me pide! Cristo, si acudo a Él, seguirá siendo mi padre; pero quien no ha querido mirarlo de frente, ¿tendrá la confianza para seguir acudiendo a Él?
c. Otros, en cambio, quieren hacer el uso más bello de su vida, comprenden con Toniolo que lo que salvará al mundo, más que grandes estadistas, y grandes guerreros… es una generación de santos, y se deciden a serlo en el camino que refleja más la vida de Cristo, en aquella vida que es una copia la más exacta y la más completa de la vida del Maestro, la que retiene más notas de la acción interior y exterior de Jesús. Abrazan generosamente el sacerdocio. ¡Qué vidas tan bellas, tan plenas!
(Tomado del libro “la búsqueda de Dios” de San Alberto Hurtado)