La vocación es el gran tema de cada hombre, porque surge como una pregunta obligada en cada joven que quiere ser feliz.

San Alberto Hurtado decía que de la buena o mala elección de carrera dependerá la felicidad o no de la vida. El Santo se daba cuenta de que había personas que siendo buenos pasaban sus días tristes, malhumorados, y la respuesta la encontraba en la mala elección de carrera. El mismo Padre decía que la propia eternidad de cada uno depende de la muerte, pero la misma muerte depende de la vida y la vida en buena parte depende de la vocación, de haber elegido bien o mal. Por eso es uno de los grandes temas de la vida del hombre, y sobre todo de los jóvenes.

Los seres humanos somos libres para elegir, cosa que no tienen los animales, aunque digamos libre como un pájaro. Dios nos deja libres, cosa maravillosa y a la vez tremenda, porque la eternidad puede depender de lo que yo elija. 

El mundo se abre maravilloso, con muchos caminos, sin fin, y la buena elección no depende de mis gustos, sino de lo que me va a llevar a la eternidad. La elección ya la hizo Dios por mí, lo que nosotros debemos hacer es responder a esta pregunta con lo mismo que Dios quiso para mí.

Se debe elegir lo que nos va a hacer felices, por lo que la respuesta no la da el gusto o el deseo, porque eso es muy chico para mí, debo encontrar en Dios la respuesta. Fuimos pensados individualmente para un plan de Dios, un camino que él pensó para mí.

San Juan Pablo II llamaba a no pensar que uno está sólo en esta elección, sino que también Dios está con nosotros, a la vez que no hay que pensar que se trata de una elección que sólo nos incluye a nosotros, porque hay otros implicados que pueden gozar o sufrir por mi vocación. Por eso decía el Papa Francisco respondiendo a la pregunta de qué le diría a un joven que siente que Dios lo llama; él decía: “Que se deje mirar por Jesús, porque el que lo llama no es ni el cura, ni el obispo, ni el Papa, es Jesús que me está mirando con cariño, me muestra la gente, me muestra la necesidad del pueblo de Dios y me dice si querés ayúdame. Que se deje mirar por Jesús… que todos los días se deje mirar un rato por Jesús” y continuaba respondiendo a la pregunta de qué le diría a un joven o a una joven que sintiendo la llamada no se atreve a dar el paso, tiene miedos: “Eso le pasó a Jesús cuando aquel joven que era tan valioso, tenía todas las virtudes, realmente un hombre bueno, un joven bueno, no se animó y a Jesús le vino tristeza; yo le diría, mirá, si vos no lo seguís sos libre, pero mirá la tristeza que provocás en el corazón del Señor y la tristeza que provocás en tantos corazones que no van a poder solucionar sus problemas porque les va a faltar un sacerdote. ¡Que se anime, que no sea tonto, el señor cuando agarra de la mano nunca deja solo!”1 Tomado de uno de los vídeos vocacionales de la Diócesis de san Bernardo en chile, año 2014.

Siempre recordar lo de san Pablo: “Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación”21 Tes. 4,3. El tema es ser santos, eso no se elige, debemos serlo, porque a eso hemos sido llamados por Dios desde el mismo momento en que fuimos creados y porque para eso Jesús derramó toda su Sangre por mí.

Tal vez muchos somos jóvenes hoy, pero ¿cuánto puede durar esto? ¿y nuestra vida? ¿y después? Dentro de algunos años vamos a estar de cara a la eternidad, y en ese momento ¿qué nos gustaría haber elegido?

Es triste romper los planes de Dios, porque Él tiene un proyecto para cada uno de nosotros, y lo podemos romper. No podemos elegir de espaldas a Dios. Ciertamente que es duro armar la propia vida y después desengañarse cuando ya es demasiado tarde. El Padre Gabriel Zapata, en una conferencia sobre la vocación que dio en una jornada de jóvenes, contaba el caso de un hombre que se le acercó en un retiro espiritual casi llorando; él como era seminarista todavía quiso enviarlo al sacerdote, pero este hombre no aceptó diciéndole que ya se había confesado y que sólo quería contarle algo. Fue ahí cuando le dijo: “Padre, estoy casado con una mujer buenísima, tengo tres hijas hermosas, pero no puedo ser feliz porque elegí mal, yo tendría que haber seguido la vocación consagrada”. 

Muchos dicen que vieron lo que Dios le pedía, y no se animaron, y lo dicen en una gran tristeza. A estas personas Dios ciertamente que las va a ayudar, pero tendrán que marchar en un camino más duro. Se podrán salvar, pero con más dificultad, porque están en un camino que Dios no había pensado para ellos. San Alfonso María de Ligorio narra en sus escritos que en el célebre Colegio Romano de los Jesuitas había un joven con muchas cualidades. Haciendo los ejercicios espirituales, preguntó a su confesor si era pecado no responder a la vocación religiosa. El confesor respondió que en sí mismo no era pecado grave, porque la vocación de parte de Dios es un consejo, no una orden terminante; pero el rechazarla hubiera sido poner en peligro la salvación eterna del alma, como ha sucedido a tantos que de este modo se condenaron. Es como el que se pone un zapato que no es de su número, tal vez pueda llevarlo, pero le va a doler.

¿Qué nos puede hacer que elijamos mal? El ardor de las pasiones, porque no nos permiten dar los pasos que tenemos que dar, que nos liberarán aunque en ese momento nos parezca lo contrario. La fuerza de las pasiones puede ocultar o apagar la luz de Dios. La oración profunda es la solución a esto, quien no reza no puede pretender escuchar a Dios, y por ello tampoco puede pretender salir de sus miserias. 

El ejemplo contrario es Pilatos, quien viendo con claridad la inocencia de Jesús por mantener un cargo lo entrega a la muerte. Por un puestito cometió la mayor injusticia de la historia. Trató de salvarlo dándole vueltas a la cosa, pero por no hacer lo que debía terminó crucificándolo. Lo educativo de esto es que, pasado un tiempo, él, que había defendido su puestito fue sacado de Judea y enviado a las Galias, terminando sus días entre trabajos forzados. Esta es la realidad del que le da las espaldas a Dios. Uno a veces ve lo que Dios pide, pero por miedo le da vueltas y vueltas. El resultado será que se quedará intranquilo y sin aquello por lo que uno negó a Dios.

Todo el porvenir de un hombre depende de dos o tres sí, o de dos o tres no que da entre los 15 y los 30 años, decía el Padre Hurtado. Toda la vida depende de dos o tres sí o de dos o tres no. Y atención porque muchas veces estas decisiones implican un combate, con los hombres que se oponen, con nosotros mismos, que estamos llenos de apegos e incluso con Dios que nos prueba para ver qué tan verdadero es nuestro amor.

Podrán decir varios que les gustan las chicas y es normal. La vocación matrimonial, está dentro de la naturaleza, todo joven sano se debe inclinar a esto, pero no es obligatorio seguir esto, porque Dios puede pedir más. 

Mucha gente cree que la vocación consagrada es algo que es extraordinario, pero no es así, San Juan Pablo II habla de gérmenes de vocación en la mayoría de los jóvenes. Ciertamente que es algo exigente, porque el amor verdadero es algo exigente.

Si alguno siente en su corazón que puede entregarse al Señor que dé el paso, es difícil, pero es sólo uno, no nos vaya a pasar como al joven rico que terminó triste y esclavo de sus temores.

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