El llamado de Dios es principalmente interior, una insinuación del Espíritu Santo al alma. No es un capricho o una simple atracción personal, sino un camino que la persona debe descubrir. El texto subraya que el deseo de una vida tan alta y excelentísima no puede provenir de la carne o el demonio, por lo cual, una persona con ese deseo debe ser obediente.
El discernimiento para conocer la vocación no se basa en el sentimiento o el agrado, sino en un criterio sobrenatural, iluminado por la razón y la fe.