Vocaciones IVE

El sacerdocio es cruz

Quiero referirme a un aspecto de ese misterio que es el sacerdocio católico, misterio que es ininteligible si no se lo trata de entender a la luz del misterio del Verbo Encarnado. El Concilio Vaticano II en la constitución pastoral sobre la iglesia en el mundo actual1 Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual «Gaudium et Spes»,22. se dice, de manera clarividente, «que el misterio del hombre sólo se ilumina a la luz del misterio del Verbo Encarnado», en forma parecida el misterio del sacerdocio católico sólo se ilumina a la luz del misterio del Verbo Encarnado único y eterno sacerdote. Y, justamente el apóstol san Juan en el prólogo de su evangelio revela esas profundidades misteriosas del Verbo Encarnado. Va a decir que en el principio era el Verbo… (1,1), el Verbo existe antes de la creación del mundo, pre-existe a la creación del mundo… y el Verbo estaba junto a Dios (Jn 1,1), es decir el Verbo es persona distinta del Padre, segunda de la Trinidad. Y a la vez, seguido, va a decir y el Verbo era Dios (Jn 1,1), es decir persona divina. De tal manera que Jesucristo es eterno, es distinto del Padre y es Dios, Dios de Dios, Luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Y en algún versículo más abajo va a expresar el misterio de la encarnación cuando dice y el Verbo se hizo carne (Jn 1,14), es decir Dios, sin dejar de ser Dios asume una naturaleza humana en las entrañas purísimas de la Santísima Virgen,… para que ese cuerpo, tomado de la Virgen, un día suba a la cruz y pueda ser ofrecido por la salvación de todos los hombres, por la redención de nuestros pecados, para que todos los hombres, hasta el último hombre que habita en el planeta tierra, puedan tener la seguridad de que todo un Dios murió en la cruz, sufrió por él y pagó por él. 

Y por eso el sacerdocio católico, que no es más que una prolongación del único sacerdocio de Jesucristo, tiene como cosa esencial, captar de que manera el Verbo de hizo Carne, como pasó Jesús todo el anonadamiento, o mejor dicho los anonadamientos y hay muchos anonadamientos en nuestra vida sacerdotal. Sabiendo que así como Jesús se encarnó en la Virgen, así como Jesús nació en Belén y todo eso apuntaba al sacrificio de la cruz, en el sacerdocio católico todo apunta a la cruz. Por eso Jesús dijo: si alguno quiere ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame (Lc 9,23). Y, si eso vale para todo cristiano, de manera eminente vale para aquel cristiano que ha recibido el sacramento del orden, por el cual se configura con Cristo cabeza y pastor. Y si alguno tiene otra idea del sacerdocio está equivocado; y si alguno predica otra idea del sacerdocio miente. A veces pasa con las propagandas vocacionales lo que pasa por televisión con esos programas que buscan, reclutan candidatos para las distintas fuerzas de seguridad: si escuchas -y la musiquita bla,bla,bla,bla- en tu corazón… No pasa eso con el sacerdocio católico. En todo caso si se hiciese una propaganda auténtica, habría que decir: «si cuando vos ves a Cristo 

crucificado sentís en tu corazón cling, cling, cling cling, (la musiquita) puede ser que tengas vocación». Es así. Está revelado; así lo manifiesta la Sagrada Escritura: el sacerdote tiene que crucificarse con Cristo, la vocación al sacerdocio es vocación a la cruz. Lo dice san Pablo en la Carta a los Gálatas: en cuanto a mí jamás me gloriaré a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo(6,14).  

Unido e identificado con Cristo, el sacerdote lleva las almas a Dios a traves de las dos mesas: la mesa de la Palabra y la mesa de la Eucaristía. Por eso es el hombre de la palabra y el hombre de los sacramentos.

(Tomado del libro “Sacerdote para siempre” del Padre Carlos Buela)

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     Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual «Gaudium et Spes»,22.