Estamos ciertos en la fe de que Dios quiere ministros para su Iglesia y quiere seguidores de Cristo según los consejos evangélicos. El amor de Dios, de la Iglesia y de las almas nos impone el trabajo apostólico vocacional, en el suscitar, promover, discernir, aconsejar, alentar, acompañar y formar vocaciones a la vida consagrada y sacerdotal. Por experiencia sabemos que aún en los lugares más difíciles y humanamente más pobres Dios suscita vocaciones.

¿Cómo llama Dios?

El llamado de Dios ordinariamente es interior. Es Dios quien desde dentro inspira a las almas el deseo de abrazar un estado tan alto y excelso como es el de la vida consagrada. Podemos reconocer dos pasos.

1. Dios nos hace conocer el bien del estado religioso

Hay quienes dicen que para que haya auténtica vocación es necesario ser llamados directamente por la voz del Señor de modo extraordinario como cuando llamó a Pedro o Andrés, y entonces ahí sí no hay que demorar e ingresar de inmediato. Pero cuando el hombre es llamado sólo interiormente, entonces sí que es necesaria una larga deliberación y el consejo de muchos para conocer si el llamado procede realmente de una inspiración divina.

A estos les decimos con Santo Tomás: “Réplica llena de errores”1 Santo Tomás de Aquino, Contra la pestilencial doctrina de los que apartan a los hombres del ingreso a la religión (Buenos Aires 1946) 81.. El deseo interior y desinteresado de abrazar el estado religioso es auténtico llamado divino, por ser un deseo que supera la naturaleza, y debe ser seguido al instante; hoy como ayer son válidas las palabras de Jesús en la Escritura. El consejo si quieres ser perfecto ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres (Mt 19, 21) lo dirigía Cristo a todos los hombres de cualquier tiempo y lugar: cualquiera que haya dejado casa o hermanos… por causa de mi nombre, recibirá cien veces más y poseerá la vida eterna. Y así todos, aún hoy, deben recibir este consejo como si lo oyesen de los mismos labios del Señor. Y quien por éste se determine puede pensar lícitamente que ha recibido la auténtica vocación religiosa. “Habiendo oído -dice a este propósito San Jerónimo- la sentencia del Salvador si quieres ser perfecto, ve vende todo lo que tienes y dalo a los pobres y luego ven y sígueme: traduce en obras estas palabras y siguiendo desnudo la Cruz desnuda subirás con más prontitud la escala de Jacob”2 Cit. por Santo Tomás de Aquino, Contra la pestilencial doctrina, cap. 9.; en Opuscula Theologica, t. 2. (Turín 1972) 173.

Este consejo que Cristo dio, es un consejo divino para todos. Lo que a vosotros digo a todos lo digo (Mc 13, 37) dijo a la multitud, porque todas las cosas que han sido escritas, para nuestra enseñanza han sido escritas (Ro 15, 4). Es un error pensar que estas cosas sólo tuvieron valor en su época3Cf. Hb 12, 5.. “Si todas estas cosas se hubiesen predicado sólo para los contemporáneos, nunca se hubiesen escrito. Por eso fueron predicadas para ellos y escritas para nosotros”4 San Juan Crisóstomo, cit. por Santo Tomás de Aquino, Contra la pestilencial doctrina, 81..

2. Dios nos incita a abrazar ese bien por un llamado interior

El modo ordinario como Dios suscita las vocaciones es interior, por las divinas insinuaciones del Espíritu Santo al alma. Modo que precede a toda palabra externa ya que “el Creador no abre su boca para enseñar al hombre sin haberle hablado antes por la unción del Espíritu”5 San Gregorio Magno, Homilía sobre Pentecostés, cit. por Santo Tomás de Aquino, Contra la pestilencial doctrina,. Por tanto el llamado interior6El llamado interior es nombrado “impulso” por Pío XI, Rerum Ecclesiae, 6. “No es raro que (los jóvenes) oigan en su corazón la misteriosa voz de Dios que los llama a los sagrados misterios” (Pío XI, Mens nostra, 17). es auténtico llamado de Dios y debe ser obedecido al instante, como si lo oyéramos de la voz del Señor.

Es característico del llamado divino, impulsar a los hombres a cosas más altas. Por eso nunca el deseo de vida religiosa, al ser tan excelso y elevado, puede provenir del demonio o de la carne; “muy ajena cosa a los sentidos de la carne es esta escuela en la que el Padre es escuchado y enseña el camino para llegar al Hijo. Y eso no lo obra por los oídos de la carne, sino por los del corazón”7San Agustín, Tratado de la predicación de los santos, cit. por Santo Tomás de Aquino, Contra la pestilencial doctrina, 86..

Tal llamado de Dios es el fundamento mismo sobre el que se apoya todo el edificio pues como decía Pío XII “la vocación religiosa y sacerdotal, que brilla con excelencia tan sublime y se halla repleta de tantas distinciones naturales y sobrenaturales (…), no puede tener otro origen sino el Padre de las luces, de quien viene todo don excelente y toda gracia perfecta (Cf. St 1, 17)”8Sedes sapientiae, 2..

“Debemos obedecer sin vacilar un momento y sin resistir por ningún motivo, las voces interiores con que el Espíritu Santo mueve al alma”9 Santo Tomás de Aquino, Contra la pestilencial doctrina, 83., el Señor me abrió el oído y yo no me resistí ni me volví atrás (Is 50, 5), recordando que todos los que se rigen por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios pues son los “regidos por el impulso de la gracia10San Agustín, cit. por Santo Tomás de Aquino, Contra la pestilencial doctrina, 84.”. Hay que advertir el consejo de San Pablo proceded según el espíritu (Ga 5, 25) y ser hombres de principios sobrenaturales que sólo se dejen conducir por el espíritu de Jesucristo que es el Espíritu Santo, realizando con prontitud su llamado. Que no debamos lamentarnos como lo hizo San Agustín “convencido ya de la verdad, no tenía nada más absolutamente que responder, sino unas palabras lánguidas y soñolientas: luego, sí, luego: y el ‘déjame otro poco’ se hacía ya demasiado largo… yo me avergonzaba mucho porque oía el murmullo de aquellas fruslerías (mundanas y carnales) que me tenían indeciso”11San Agustín, Conf. VIII 6, cit. por Santo Tomás de Aquino, Contra la pestilencial doctrina, 85..

Los que desconfiando irracionalmente del llamado divino alejan una vocación, deben cuidarse como si se tratase de un gran crimen, pues apartan a un alma del consejo divino; estos tales deben hacerse eco de la advertencia de San Pablo No apaguéis el Espíritu (1 Tes 5, 19): “Si el Espíritu Santo quiere revelar algo a alguno en cualquier momento, no impidáis a ese tal hacer lo que siente”12 Glossa cit. por Santo Tomás de Aquino, Contra la pestilencial doctrina, 84.. Por consiguiente cuando un hombre es impulsado por inspiración del Espíritu Santo a entrar en religión, no se lo debe detener, sino que al instante se lo debe alentar y acompañar para que concrete ese impulso. Es totalmente censurable y deplorable la conducta de quienes retardan una vocación interior, esos tales resisten al Espíritu Santo, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo (Hch 7, 5).

Cuándo y a quién se ha de consultar sobre la vocación

No deben dudar de su vocación aquellos a quienes ha sido inspirado el deseo de entrar en religión13Dice San Juan Bosco: “Me parece un grave error decir que la vocación es difícil de conocer. El Señor nos pone en tales circunstancias, que nosotros no tenemos más que ir adelante, solamente hay que corresponderle. Es difícil conocerla cuando no se quiere seguir, cuando se rechazan las primeras inspiraciones. Es ahí donde se embrolla la madeja… Mirad, cuando uno está indeciso sobre hacerse o no religioso, os digo abiertamente que éste ya tuvo vocación; no la ha seguido inmediatamente y se encuentra ahora embrollado e indeciso” (R. Fierro, Biografía y Escritos de San Juan Bosco (Madrid 1967) 557).. Sólo les cabe pedir consejo en dos casos: uno, con respecto al modo de entrar, y otro, con respecto a alguna traba especial que les sugiera el tomar el estado religioso. En tales casos, siempre se debe consultar a hombres prudentes que con juicio sobrenatural (y no movidos por la pasión), puedan ayudar al discernimiento de la voluntad de Dios. Nunca a los parientes, pues no entran en este caso en la categoría de amigos, sino más bien en la de enemigos de la vocación, según aquello del profeta Miqueas los enemigos del hombre son sus familiares (7, 6), frase que cita nuestro Señor en San Mateo (10, 36). Sólo se debe consultar con un sabio y prudente director o confesor. Ve a tratar de santidad con un hombre sin religión y de justicia con un injusto… No tomes consejos de éstos sobre tal cosa, sino más bien trata de continuo con el varón piadoso (Qo 38, 12), al cual se ha de pedir consejo si hubiese en este caso algo que se necesite consultar. 

(Tomado del Directorio de Vocaciones del Instituto del Verbo Encarnado)

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